El cuerpo que cambia, la identidad que resiste

Hay cuerpos que cambian poco a poco, casi sin que te des cuenta. Y luego hay transformaciones más fuertes, de esas que te arrancan las certezas y te dejan con una cara nueva frente al espejo. Lo sé bien. Perdí 46 kilos. Y junto con la grasa, sentí que perdía una parte de mí — y quizás, en algunos momentos, también el equilibrio.

Esa hernia me molestaba demasiado, llegué al punto de aguantar ese dolorcito después de cada comida como si fuera algo normal, hasta que esa parte del cuerpo empezó a sangrar y se volvió demasiado grande como para ignorarla. Así que decidí operarme para vivir más tiempo. Para respirar mejor. Para no mirarme más al espejo sintiéndome mal, para volver a comprar ropa en una tienda. 

Pero nadie me había dicho que, mientras el cuerpo se aligera, la cabeza puede volverse más pesada. Que el cuerpo que cambia te obliga a reencontrarte, a redescubrirte, a reconstruirte, a buscar un nuevo equilibrio.

Me sentí frágil, cansado, con miedo por esas parestesias que llegan por la noche, por la presión que sube y baja, por esa sensación constante de estar en peligro. Me sentí como una ciruela seca, sin energía. Pero… todavía está aquí dentro, en algún lugar, esa persona llena de vida, ese chico de corazón grande y cuerpo redondo. 

Sentí que seguía ahí cuando caminé por el lago con mis amigas el fin de semana. Cuando elegí comer despacio. Cuando le dije a mi sobrina: “El tío siempre te escucha”, y cuando sonreí a pesar de haber dejado de controlar todo. 

La identidad no es una ropa que llevas puesta. Es un refugio que construyes cada día. Aunque haga frío. Aunque no sepas por dónde empezar.

Y entonces me pregunto: ¿qué significa ser “yo mismo” en este cuerpo nuevo? ¿En esta nueva vida que todavía estoy aprendiendo a vivir?

Quizás signifique esto: seguir fiel a mi forma de ser amable, a mi capacidad de ver algo bueno en los demás — y en mí mismo. Incluso cuando no es fácil.

Me vuelvo a poner esos pantalones viejos que ni recordaba haber comprado y, con este cuerpo nuevo, descubro otra oportunidad de ser feliz, de conquistar nuevas cosas y de ver la vida de todos los días de una manera diferente. 

Este viaje acaba de empezar, hay que remodelar, volver a tonificar, hay que poner en orden esta presión que no se quiere calmar. Y poco a poco llegarán esos paseos en bici que tanto deseo, el tenis como antes, y por qué no, esas partidas de vóley playa que tanto he echado de menos. 

Tal vez sea como dice Julia Roberts en Comer, rezar, amar… Me quedo con un texto que recuerdo bien y que me encanta, y que encaja perfecto con esta etapa: 

“Todos queremos que las cosas no cambien, aceptamos vivir infelices porque nos da miedo cambiar, miedo a que todo se rompa. Pero yo miré este CUERPO, el caos que aguantó, cómo fue usado, maltratado, y cómo volvió a ser él mismo, y eso me dio tranquilidad. Quizás mi vida no fue tan caótica, es el mundo el que lo es, y la única verdadera trampa es aferrarse a todo”. 

Espero que el tiempo pase y que todo se acomode. Mientras tanto, sigo con las terapias, los pesos livianos, el yoga suave y la respiración consciente. Me preparo para las nuevas aventuras que me devolverán ese valor que siento que he perdido, porque yo mismo nunca supe dármelo. Pero esa es otra historia, que contaré en otro silencio. 

Leave A Comment

Please be polite. We appreciate that. Your email address will not be published and required fields are marked